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Historia

GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO

 

La historia de un estado, de una provincia política, siempre tiene el riesgo de ser una abstracción, sobre todo cuando −pretendiendo hacer una historia social−, se circunscribe a los límites políticos. Además, en nuestro Estado de México las unidades socioeconómicas y socioculturales han ido cambiando al ritmo de los tiempos.

"Si a esto añadimos que la historia política del Estado de México es en cierta medida la historia de varias desmembraciones que ha sufrido y que, a pesar de ellas, es actualmente la entidad más poblada de toda la federación, incluso frente al Distrito Federal, con una población procedente, en mucho, de otros estados, caemos en la cuenta de la peculiar dificultad de abordar, en espacio reducido, el devenir del Estado de México", son palabras de los historiadores Ma. Teresa Jarquín y Carlos Herrejón Peredo del Colegio de México.

Sin embargo, como los propios historiadores lo dicen, "una síntesis asequible, actual y fundamentada, así fuera circunscrita a los aspectos más bien políticos, era necesaria en nuestra entidad". Y desde los años 90`s empezaron a publicarse los primeros textos de la historia general de nuestro estado, siendo los que en este Portal del Estado de México se retoman para hacer apenas una síntesis de nuestra historia como entidad.

Las cinco épocas que se proponen a continuación, muestran de manera breve y sumaria las transformaciones que ha sufrido esta parte de México a través del tiempo. En cada época, los personajes han actuado de acuerdo con las necesidades e inquietudes de la sociedad; desempeñaron oficios o profesiones que la actividad social o económica de su momento requería; pensaron según el grado de educación o el nivel cultural de su tiempo y, finalmente, tomaron parte en los hechos históricos que les correspondió vivir, siguiendo los ideales en que se basó su proyecto personal de vida.

Fuente: Varios Autores.

 

 

 

Cuando se inició el gobierno de Cuautitlán, a fines del siglo VIII, estaba a punto de ser abandonada la ciudad de Teotihuacán. Al despoblarse este centro de poder, donde la clase sacerdotal parece haber jugado un papel dominante, el militarismo cobró mayor importancia y algunas poblaciones establecieron su hegemonía mediante guerras de conquista que propiciaban la imposición de tributos a los pueblos vencidos. Nuestra región quedó dentro del área de influencia de Tula.

Además de combativos, los toltecas o habitantes de Tula eran hábiles para las tareas manuales y las labores artísticas. Otros pueblos los imitaron y de ellos aprendieron también la lengua náhuatl. Por ello la cultura tolteca se convirtió en el modelo que siguieron las sociedades más refinadas del centro de México.

Más adelante, Tula cayó ante la presión de tribus llamadas chichimecas, que se adueñaron de esta región, abandonaron lentamente su anterior vida nómada, fundaron ciudades y aprendieron el idioma, las formas de vida, así como los oficios y las artes de los toltecas. Los recién llegados crearon importantes centros urbanos y religiosos, como Tenayuca, Texcoco, Azcapotzalco, Chalco y Amecameca, entre otros.

No obstante el prestigio cultural de la lengua náhuatl, hubo algunos pueblos que mantuvieron su idioma y sus costumbres ancestrales, como es el caso de los matlatzincas del valle de Toluca y la zona fronteriza con los purépechas o tarascos; los ocuiltecos del suroeste (límites con el estado de Morelos); los mazahuas del oeste (límites con el estado de Michoacán), y los otomíes del norte y noreste (límites con el estado de Hidalgo).

Una de las últimas tribus en llegar al Valle de México fue la de los aztecas o mexicas, que fundaron México-Tenochtitlan y, en alianza con Texcoco y Tlacopan. En sólo cien años crearon el más poderoso estado militarista de la época.

A la llegada de los españoles, Tenochtitlán tenía sometidos a los matlatzincas de Calixtlahuaca, Teotenango y Malinalco; a los otomíes de Xaltocan, Xilotepec y Otompan; a los mazahuas de Jocotitlán, e incluso a los mexicas de Tlatelolco y a sus propios aliados, los acolhuas de Texcoco. Hernán Cortés supo aprovechar el descontento de algunas de estos pueblos, se alió con sus caciques, hizo la guerra a los súbditos de Moctezuma Xocoyotzin, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, y logró tomar la capital de los mexicas el 13 de agosto de 1521. Aunque con alguna resistencia, poco después cayeron en poder de los españoles todas las poblaciones existentes dentro de los que hoy es el Estado de México.

Fuente: Varios Autores.

Hernán Cortés llamó Nueva España al territorio sometido y estableció su capital en la propia ciudad de México-Tenochtitlan. El emperador Carlos V retiró el mando al conquistador, nombró dos sucesivas audiencias y finalmente inició la práctica de designar a un funcionario que actuaría en su nombre; desde entonces la Nueva España empezó a ser gobernada mediante virreyes, aunque con un poder mediado por una compleja división territorial y jerárquica.

El territorio del actual Estado de México quedó comprendido dentro del Reino de México, que en 1786 se convirtió en Intendencia de México. Sus ciudades y villas más importantes, habitadas por españoles, eran administradas por corregidores o alcaldes mayores. Los pueblos indígenas estaban organizados en repúblicas, con oficiales elegidos por los jefes de familia bajo la vigilancia de los curas párrocos. Hasta mediados del siglo XVIII, estas autoridades administraban directamente los bienes colectivos de las cajas de comunidad.

En un principio, en las cercanías de la capital hubo encomiendas, concedidas a conquistadores o caciques indígenas aliados de la Corona, pero con el tiempo se limitó la duración de estos privilegios y se adoptó la costumbre de conceder las tierras de cultivo, cría de ganado y otros ramos productivos, en calidad de mercedes reales a funcionarios recién llegados de España.

Las haciendas azucareras, ganaderas y de beneficio de metales llegaron a tener altos niveles de productividad, principalmente en la segunda mitad del siglo XVIII, gracias a las reformas borbónicas. La minería se desarrolló rápidamente en el sur, sobre todo en las comarcas de Sultepec, Temascaltepec y Zacualpan; más adelante fue descubierta la rica veta de El Oro, en la región occidental de la entidad. Esa y otras actividades igualmente productivas, como el comercio con Europa, fueron quedando en manos de una minoría de peninsulares o criollos favorecidos por la Corona española.

Desde el punto de vista cultural, los que se dedicaban a las letras, las artes o las ciencias eran principalmente religiosos. Los frailes misioneros cumplieron un importante papel en el estudio de las lenguas indígenas y la conservación de la antigua cultura de Mesoamérica, así como en defensa de los derechos humanos de la población nativa, en la formación cultural de cronistas indígenas y en la construcción no sólo de edificios religiosos, sino también de obras de beneficio colectivo. En esta región los franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas, mercedarios y jesuitas fundaron y edificaron algunos de sus más importantes edificios conventuales, como son los de Acolman, Zinacantepec, Tepotzotlán, Malinalco y Tlalmanalco, entre otros.

Fuente: Varios Autores.

La desigualdad en que vivía la mayor parte del pueblo motivó a que hombres como Miguel Hidalgo, Ignacio López Rayón, José María Morelos y Vicente Guerrero tomaran las armas para luchar contra el gobierno virreinal. Todos ellos tuvieron seguidores en nuestra región y aquí se libraron importantes batallas. La zona del suroeste se distinguió por su apoyo a la causa insurgente.

Una vez consumada la Independencia en 1821 y ya adoptado el sistema federal, se erigió el Estado de México en 1824. Al iniciar nuestro país su vida independiente, enfrentaba la inestabilidad política, social y económica, por lo que se vio envuelto en constantes alzamientos y sufrió diversos actos de invasión e intervención extranjera. En un principio, por falta de partidos políticos, la lucha por el poder fue librada en las logias masónicas, entre yorkinos y escoceses. En el Estado de México, las principales figuras fueron el yorkino Lorenzo de Zavala y el escocés Melchor Múzquiz. Sin embargo, la principal contienda ideológica entre 1821 y 1867 se dio entre quienes pretendían conservar sus antiguos privilegios (monarquistas, centralistas o conservadores) y quienes luchaban por impulsar los cambios requeridos por el progreso (republicanos, federalistas o liberales). El Instituto Literario del Estado de México fue centro de difusión de las ideas progresistas, que finalmente se impusieron.

Fue en esta época cuando se dieron importantes luchas para establecer un orden constitucional que consagrara las garantías individuales, mientras que se formaba un sentido de identidad nacional.

La Intervención Norteamericana en 1847, la Revolución de Ayutla en 1854 y 55; la Guerra de Reforma entre 1858 y 1860, y la Intervención Francesa, desde 1862 hasta 1867, fueron sucesos sangrientos que contribuyeron a fortalecer el patriotismo mexicano.

Mientras que Antonio López de Santa Anna llegó a erigirse en el caudillo militar que en 1853 estableció una especie de monarquía sostenida por la aristocracia, el clero y la milicia, Benito Juárez se convirtió en el símbolo del régimen liberal y republicano, que jamás se doblegó ante las pretensiones del reaccionarismo.

Fuente: Varios Autores.

La inestabilidad que se vivió durante dos tercios del siglo XIX terminó con la caída y el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo. Durante diez años de República Restaurada, se vivió una etapa de intensa lucha democrática, que se vio interrumpida por una revuelta que en 1877 llevó al poder a Porfirio Díaz. Este caudillo liberal y republicano implantó una dictadura que habría de durar hasta 1911. En esos años se impulsó el desarrollo material del país, así como el desarrollo de las artes y los avances científicos y tecnológicos. Sin embargo, el progreso no benefició a todos los mexicanos. Mientras que se construían obras públicas en las capitales de los estados, así como en las cabeceras distritales y municipales, en el medio rural la miseria, la insalubridad y la ignorancia afectaban a la mayoría de la población rural.

Unos cuantos propietarios eran dueños de grandes extensiones de terreno, como los latifundios de La Gavia, Arroyo Zarco o San Nicolás Peralta; en tanto que los campesinos se alquilaban como peones con muy bajos salarios o sembraban pequeños predios de mala calidad dentro de una economía de autoconsumo. En el Estado de México, hubo mandatarios progresistas que impulsaron el surgimiento de instituciones educativas, hospitalarias y de beneficencia, como Mariano Riva Palacio, Juan N. Mirafuentes y José Zubieta. Pero fue el general José Vicente Villada, antiguo héroe de la resistencia contra el Imperio en Michoacán, quien trató de atenuar los efectos de la desigualdad social, al promover el mejoramiento de la clase obrera, la capacitación de niños huérfanos para la vida productiva y una de las primeras leyes sobre accidentes laborales, que sentaron las bases de la seguridad social en México.

Fuente:Varios Autores

Porfirio Díaz pretendía reelegirse por séptima ocasión en 1910. Ante la falta de democracia que representaba la continuidad del dictador en el cargo, Francisco I. Madero lanzó su candidatura a la presidencia bajo el lema Sufragio Efectivo, No Reelección. En el Estado, el maderismo tuvo numerosos seguidores, pero el movimiento que se difundió con mayor fuerza fue el agrarismo. Partidarios de Emiliano Zapata, procedentes de Guerrero y Morelos, ocuparon varios distritos del suroeste y sureste de nuestra entidad.

Electo presidente, Madero fue asesinado en 1913, lo que provocó que las fuerzas revolucionarias se unieran a la lucha de Venustiano Carranza contra Victoriano Huerta, quien de manera ilegal se apoderó de la primera magistratura del país. El movimiento en su contra, llamado constitucionalista, logró su propósito en 1914, pero la revolución se dividió en dos bandos: los partidarios de Carranza y los que apoyaban al gobierno convencionista sostenido por Zapata y Francisco Villa.

Zapatistas y carrancistas tomaron la ciudad de Toluca en forma alternativa, hasta que estos últimos lograron imponer el orden y promulgar la Constitución Política de 1917 que actualmente rige al Estado de México.

En la Revolución Mexicana no tomaron las armas muchos jefes nativos de la entidad; sin embargo, hubo publicistas e ideólogos que más adelante se dedicaron a promover los cambios que el país requería. El carácter pacifista de los habitantes del Estado de México se expresa en sus políticos, científicos, artistas y figuras populares, que en el siglo XX apoyaron la construcción de un México que se pretendía más justo y avanzado.

En el último medio siglo, la estabilidad política y el desarrollo tanto económico como poblacional han sido la constante en el Estado de México. Después de un estancamiento que se vivió a raíz de la crisis económica mundial de los años 30 y de la Segunda Guerra Mundial (1938-45), no fue hasta el último tercio cuando la entidad inició su despegue hacia la plena urbanización e industrialización, bajo los gobiernos de Juan Fernández Albarrán, Carlos Hank González y Jorge Jiménez Cantú.

Fuente: Varios Autores.